La directora técnica de la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA) y copresidenta del Comité Científico del XIII Congreso Ibérico, que se celebra del 24 al 26 de abril en Salamanca, alerta acerca del “retroceso en las políticas ambientales europeas”

 

¿Dónde pone el foco este XIII Congreso Ibérico de Gestión y Planificación del Agua?

Lo principal es la transición hídrica justa, y vinculado a ella hay que ver términos como transición hídrica agraria y reparto social del agua. También el cambio climático, los eventos extremos y cómo nos adaptarnos para reducir los riesgos. Y ahí entran tanto sequías como inundaciones, mención expresa de la última Dana.

 

¿Y en qué contexto llega este XIII Congreso? Más en concreto, ¿cuál es la tendencia en lo que al agua se refiere?

Estamos viviendo un verdadero retroceso en las políticas ambientales europeas. Han aprovechando la guerra de Ucrania, el miedo de la gente, las incertidumbres de futuro… las grandes empresas de fertilizantes, de químicos en la agricultura o las que se resisten a la transición de energía están ganando posiciones. Intereses que se remolinan en torno a la ultraderecha ideológica.

¿Se puede hablar de avances o predominan los retrocesos y las paralizaciones?

Algunos retrocesos se dieron el año pasado, a raíz de la guerra de Ucrania, por ejemplo, una reducción de los criterios ambientales a la hora de aprobar las evaluaciones de impacto de las grandes instalaciones fotovoltaicas. Y no es el único retroceso. Otro más reciente es la remineralización de Europa, que significa un nuevo bum de grandes minas en Europa y especialmente en España.

Luego hay paralizaciones de cuestiones que iban camino de aprobarse. Por ejemplo, se iban a revisar algunos anexos de la Directiva Marco del Agua, la de agua subterránea y la de aguas superficiales, para ir un poquito más allá en la lista de tóxicos que había que vigilar; estamos hablando de sustancias peligrosas. Había una especie de propuesta para ampliar esa lista o las exigencias, pero se paralizó.

Retrocesos, paralizaciones y finalmente amenazas, cosas que no han ocurrido todavía, pero que algunos Estados miembros o incluso la propia Comisión Europea ha puesto sobre la mesa. Por ejemplo, la Directiva de nitratos, muy antigua y muy obsoleta, que habría que mejorar, pero que hay un grupo de Estados miembros que quieren permitir aún más nitratos por hectárea. Y no es la única amenaza: también hay otros Estados miembro que quieren eliminar uno de los puntales de la Directiva Marco del Agua, la regla “uno fuera, todos fuera”, que significa que hay una serie de parámetros de calidad que definen el buen estado de una masa de agua. Si de ese listado todos menos uno están bien, el agua no tiene buena calidad. Hay Estados que quieren eliminar esas reglas, de tal manera que se pueda compensar y haya otro tipo de cálculo del estado ecológico del agua.

 

Este año, una de las áreas temáticas del XIII Congreso está dedicada a los paisajes del agua como inaplazable asignatura pendiente.

La conservación de esas fábricas naturales de agua que son los ecosistemas, los ríos y los acuíferos, también los deltas y los estuarios nos están dando multiplicado lo poquito que los cuidamos. Esos cuidados nos los devuelven acrecentados en forma de agua limpia o de una buena pesca en las zonas costeras, porque la pesca depende de que los ríos desagüen. Por eso queremos aprovechar el congreso como un altavoz, por ejemplo, en la restauración de ríos, con mensajes que de alguna manera contrarresten los bulos.

 

Precisamente sobre bulos, ¿las grandes obras hidráulicas (los embalses) son la solución para adaptarse al actual escenario?

España viene sufriendo daños por inundaciones desde siempre y desde hace más de un siglo se han construido obras hidráulicas que han tenido su papel. Pero ahora mismo tenemos uno de los mayores índices de obras hidráulicas del mundo y sigue habiendo daños por inundaciones, es más, están aumentando. Está claro que por esa línea no parece que vayan a vayan a venir las soluciones. Además, la magnitud de los eventos extremos por el cambio climático está ya muy por encima de las obras hidráulicas existentes y la solución no es hacer más o más grandes porque ya no caben; ya no es posible y la mayor parte de lo que se podía construir ya se construyó. Tenemos por ejemplo lluvias torrenciales en zonas que son absolutamente llanas, ahí es imposible hacer un embalse. La solución no son más embalses. No vamos a tener más agua por tener más embalses. Si queremos algo diferente, tenemos que hacer cosas diferentes. Hacer lo mismo no nos va a sacar el problema.

 

¿Por dónde pasan entonces las adaptaciones o las soluciones respecto a las inundaciones?

Tenemos que respetar las zonas inundables, como se había venido haciendo antes de este último siglo. Porque nos estamos jugando la vida y ahí tenemos como recordatorio la Dana de Valencia. Si aprovechamos las funciones que hace la naturaleza, eso nos puede ayudar a reducir los daños por inundación, es decir, que con otra gestión de los ríos y con otra gestión de las zonas inundables podemos reducir mucho los daños por inundaciones, incluso en zonas que están ya ocupadas, que es lo más importante. Más eficaz que hacer obras es apoyarnos en la naturaleza, lo que ayudaría a reducir los daños incluso en zonas pobladas. Hablamos de reducir los daños. Es imposible impedir inundaciones.

 

¿Y cómo actuar frente a las sequías?

Quien está consumiendo el agua es principalmente la agricultura. De ahí que los más perjudicados por la sequía son los propios agricultores. La sociedad en su conjunto, incluidos los agricultores, necesita reducir las demandas y también las demandas agrarias, precisamente para proteger a los agricultores. Los productores son los más interesados en que haya alguna gestión diferente del agua. El mes de marzo ha sido un espejismo, evidentemente hemos mejorado el agua en acuíferos y en embalses, pero eso durará lo que dure y vamos a estar en las mismas. Y para reducir los daños por sequía, para que cuando haya una sequía fuerte nos dé menos miedo y tengamos menos riesgo de no tener agua de grifo o haya menos pérdida económica en la agricultura, también necesitamos gastar menos agua cuando no hay sequía. Es decir, las sequías se gestionan cuando no hay sequía. Eso se consigue bajando las demandas de tal manera que no estemos tan al límite de que sea imposible garantizar el agua de boca.

 

Otra de las áreas temáticas del XIII Congreso se centra precisamente en los diálogos sobre la interdependencia entre socioecosistemas hídricos y agrarios.

Es que no hay una contraposición entre los intereses de los agricultores y los intereses del resto de la sociedad, sino que los agricultores, por ser los principales usuarios del agua, son los más interesados o por lo menos tan interesados como el resto de la sociedad en mejorar nuestra gestión de la seguía. Y no se puede mejorar la gestión de las sequías si no tenemos agua para gestionar. En la medida en la que ahora tenemos unas demandas agrarias muy por encima del agua que tenemos, nos estamos ahogando todos. Necesitamos tener algo que gestionar para poder gestionar.

 

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