El agua, en la cantidad, calidad y funcionalidad necesarias, es vital para que todos los ecosistemas y paisajes nos aporten múltiples servicios, de los que dependen las poblaciones humanas y sus distintas actividades económicas y sociales, así como la sostenibilidad de los territorios que estas poblaciones habitan y gestionan. Mantener o recuperar la buena salud de los ecosistemas y paisajes, específicamente de los asociados al agua en sus múltiples manifestaciones es, por tanto, mucho más que una obligación legal de las normativas europeas y estatales: es una condición necesaria para sostener los sistemas socioeconómicos y la cohesión territorial. La reciente aprobación del Reglamento de Restauración de la Naturaleza (NRL) por parte de la Unión Europea (Reglamento UE 2022/869) representa una oportunidad crucial en la lucha por la preservación del medio ambiente y presenta objetivos ambiciosos, pero solo alcanzables a través de un amplio compromiso político, social y cívico hacia una intervención más activa para restaurar una parte importante de los ecosistemas acuáticos degradados, proteger la biodiversidad y hacer frente a los efectos del Cambio Global. La insuficiencia de los caudales ecológicos, el avance de la sobreexplotación y contaminación de acuíferos (procedente sobre todo de fuentes difusas como la agricultura y la minería), la alarmante pérdida de biodiversidad fluvial y lacustre (múltiples especies endémicas en peligro de extinción e incremento de especies exóticas invasoras), la desecación creciente de manantiales, la exagerada carga turística sobre espacios naturales o la situación crítica de humedales tan emblemáticos como Doñana, el Mar Menor, Daimiel, El Delta del Ebro o el estuario del Tajo en Portugal, muestran la urgente necesidad de un cambio de paradigma hacia una gestión integral de los ecosistemas y paisajes acuáticos que tenga en cuenta su funcionalidad y la gestión a nivel de cuenca, incluyendo los casos en que esto implique la necesidad de revisar acuerdos internacionales (España/Portugal).
Hasta ahora, los avances en la recuperación y mantenimiento del buen estado de todas las masas de agua (objetivo improrrogable que se debe alcanzar en 2027) han sido insuficientes. Urge un cambio sustancial en las políticas del agua, situando en el centro el buen estado y la funcionalidad de los paisajes del agua y ecosistemas asociados, integrando medidas para su recuperación y conservación, incluyendo la restauración fluvial y las soluciones basadas en la naturaleza.